jueves, 12 de abril de 2012

LA TIERRA QUE AMO "Por una buena economía espiritual y ecológica"

En los últimos siglos, numerosos científicos y filósofos occidentales, tales como Descartes y Newton, consideraron la TIERRA como un objeto de dominio humano. Hemos llegado a creer que el ser humano conforma la raza superior, la superespecie que está a cargo de este planeta.

A lo largo de la historia hemos tratado de librarnos de muchos "-ismos", como "el imperial-ismo", "el nacional-ismo" y el "sex-ismo", pero ahora nos hallamos en un mundo de "espec-ismo", que nos lleva a pensar que la especie humana es superior y que todo esta a nuestra disposición. La naturaleza no tiene derechos y, por consiguiente, podemos reclamar su posesión donde y cuando queramos. Si antes eramos dueños de esclavos, ahora lo somos de la naturaleza.

Pero si miramos el mundo de forma diferente y consideramos la naturaleza como algo viviente, en lugar de como materia inerte, estableceremos de inmediato una relación profunda con el medio material. Entonces podemos reconocer que los derechos de la naturaleza son iguales a los derechos humanos.

De hecho, los humanos somos parte integral de la naturaleza. El vocablo latino natalis significa "nacido" y es la raíz de la palabra "naturaleza" y de terminos relacionados con el nacimiento de una vida humana, como prenatal o psnatal. Llamamos nativos, africanos a aquellos que nacen y viven en África.

Natal, nativo, natividad y naturaleza provienen de la misma palabra. Somos parte de la naturaleza y no sus propietarios; no poseemos los árboles, la tierra ni los ríos, sino que mantenemos con ellos una relación.

La idea más extendida en la economía moderna de que los seres humanos somos dueños de la naturaleza y de que podemos tratarla como queramos es insostenible. A menos que seamos capaces de cambiarla por la de mantener una relación con la naturaleza, problemas como el calentamiento global no se resolverán. Incluso aunque dejemos de quemar combustibles fósiles y pasemos a generar otras formas de energías, ya sean de origen solar, eólicas, nuclear o mediante el uso de biocombustibles, lo único que estaremos haciendo es tratar los síntomas. Si creemos que podemos controlar los ríos, los animales y la selva tropical basándonos en nuestra idea de la separación de la naturaleza y de su posesión, entonces todos los esfuerzos que hagamos en pro de la sostenibilidad no serán más que una ilusión. Las soluciones tecnológicas tienen que ir acompañadas de una transformación psicológica.

Existe una gran diferencia entre los conceptos de propiedad y de relación. Hubo un tiempo en que los hombres pensaban que las mujeres eran de su propiedad; afortunadamente, ese concepto de posesión ha sido sustituido por el de relación. También hubo una época en la que la riqueza se medía por el número de esclavos que se poseían. Hoy todavía perdura la idea de que los bosques, la tierra y los animales son nuestros esclavos. Metemos animales en fábricas y en jaulas. Los tratamos y usamos a nuestro antojo. Mientras continúe este modo de pensar, esta visión antropocéntrica, el calentamiento global no desaparecerá.

Lo que necesitamos es dar un salto significativo desde una cosmovisión antropocéntrica a una geocéntrica.

Necesitamos aceptar el valor intrínseco de todas las vidas, sean humanas o no. La economía tiene que actuar en armonía con la ecología. Y este cambio en la visión del mundo debe venir desde abajo, desde las bases, hay que fomentar un movimiento popular capaz de crear una cultura de la ecología.

Podemos mantener la creencia ilusoria de que los Gobiernos haran algo para resolver el calentamiento global, pero la realidad es que el mundo jamás se verá libre de este problema hasta que las personas no cambiemos nuestra forma de relacionarnos con la Tierra. Somos huespedes de la Tierra y deberiamos mantener con ella una relación de amistad.

buda fue el primer amigo de la Tierra. Renunció a sus posesiones para sentarse a meditar bajo un árbol y manifestó que todos estamos ligados a la Tierra, la Tierra entera es nuestra familia y todas las criaturas son nuestros parientes y amigos. En vez de eso, el mundo Occidental, siempre tan influenciado por las modas, solo habla sobre el cambio climático, que es únicamente un síntoma. En los años sesenta, estaba de moda hablar de la Guerra Nuclear. En una ocasión, en que me encontré con el Premio Nobel de Literatura y Activista por la Paz, Bertrand Rusell, que entonces contaba con 92 años, le dije:

"Lord Rusell, usted es una auténtica inspiración para mí. Pero tengo un problema con su filosofía y es que su programa contra la Guerra Nuclear está movido por el miedo".

Esto mismo está sucediendo con la conciencia pública, cada vez mayor, respecto al cambio climático: está impulsada por el miedo, miedo a perder nuestro modo de vida consumista y nuestras posesiones materiales.

El miedo está impulsando buena parte del movimiento medio-ambiental actual. Como le señalé a Bertrand Rusell.

"La paz es un modo de vida; la paz no proviene del miedo a las armas nucleares". La sostenibilidad es también un modo de vida, no es algo que queramos solo para salvar nuestras presiones.

Nuestro ecologismo debería estar inspirado por el amor a la vida, el amor a las comunidades, el amor a las personas, el amor a la Tierra y el amor a la Naturaleza.

Buda era un ecologista hace 2.600 años, antes de que hubiera ningún calentamiento global. Se sentó bajo un árbol en busca de iluminación y dijó:

"Debemos guardar amor hacia el árbol".

Pero hoy no nos sentamos bajo el árbol, sino que pensamos en cómo podemos sacarle beneficio, en cómo podemos obtener dinero a partir de él o en cómo podemos construir nuestros muebles con él. Para Buda, el árbol era sagrado, tenía un valor intrínseco; pero, para la civilización Occidental, es sólo un objeto.

No es miedo al calentamiento global lo que nos debe motivar a salvar la Tierra, sino el amor que sentimos por ella. En una economía espiritual, la relación entre todos los seres vivos forma parte de un equilibrio delicado. Así, por ejemplo, las lombrices son sagradas porque, si no existieran para acondicionar la tierra, no habría comida, de manera que debemos respetarlas. En cuanto sintamos este respeto hacia la Tierra, nuestros sistemas económicos serán sostenibles de una forma natural.

Pero el debate inacabable sobre el calentamiento global nos distrae de la verdadera cuestión, pues el enfoque actual del tema se centra solo en el tratamiento de los síntomas.

Todo, y especialmente los políticos y líderes del mundo empresarial, se han subido a este tren. No han aprendido a amar la Tierra, más bien los domina la idea de que el cambio climático les proporcionará nuevas oportunidades de negocio. Están cautivados por el Mantra "crecimiento económico, crecimiento económico, crecimiento económico".

Yo prefiero mi mantra "Amo la Tierra, Celebro la Tierra, Disfruto la Tierra". Aún en caso de que el calentamiento global no existiera, el cuidado de la Tierra seguiría siendo nuestra principal responsabilidad.

La economía ocupa su lugar, por supuesto, pero no debemos permitir que lo domine todo.

Ecos es la palabra griega para "hogar" ; "logos" significa "conocimiento"; y "nomos" "gestión". Pero si no conocemos nuestra casa el Planeta Tierra ¿Cómo vamos a gestionarla?. Por eso la ecología debe ocupar el primer lugar. Una vez que nos hemos dado cuenta del papel supeditado de la economía respecto a la ecología, el calentamiento global desaparecerá. La casa del calentamiento global es la economía y la globalización.

Y como dijó Einstein:

"No se puede resolver un problema con la misma forma de pensar que lo causó".

Necesitamos aspirar a un objetivo mejor que el crecimiento económico interminable.

El dinero más allá de cierto límite, puede ser una carga, puede provocar infelicidad y lo que es peor, pobreza y explotación.

El dinero no es la verdadera de nuestra riqueza,  la Tierra es la fuente verdadera de nuestra riqueza. Debemos perseguir un término medio, sin extremos de riqueza ni de pobreza; porque mientras hayan ricos, habrán pobres. La economía espiritual es un estado de equilibrio, equidad y ecuanimidad.

Satish Kumar
Educador, ecologista y pacifista
Autor de "La brújula espiritual" RBA Integral

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