lunes, 5 de marzo de 2012

MANTENER VIVA LA ILUSIÓN

Cuentan que el viejo relojero volvió al pueblo después de dos años de ausencia. el mostrador de su relojería recibió en una sola tarde todos los relojes del pueblo, que a su tiempo se habían detenido y que habían quedado esperándolo en algún cajoncito de la casa de sus dueños. El joyero revisó cada uno, pieza por pieza, engranaje por engranaje. Pero sólo uno de los relojes tenía arreglo, el del maestro, todos los demás eran ya máquinas inservibles.

El reloj del maestro era un legado de su padre y posiblemente por eso el día quee se detuvo marcó para ese hombre un momento muy triste. Sin embargo, en lugar de dejar el reloj olvidado en su mesita de noche, el maestro cada noche tomaba su viejo reloj, lo calentaba entre sus manos, lo lustraba, le daba apenas una media vuelta a la tuerca y lo agitaba deseando que recuperara su andar. El reloj parecía complacer a su dueño, que durante algunos minutos se quedaba escuchando el conocido tictac de su máquina. Pero enseguida volvía a detenerse otra vez.

Fue este pequeño ritual, este ocuparse del reloj, este cuidado amoroso, lo que evitó que su reloj se trabara para siempre.

Fue mantener viva la ilusión lo que salvó a su reloj de morir oxidado.

De cuenta comigo, de Jorge Bucay

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