jueves, 31 de mayo de 2012

RELACIONARSE DESDE LA PARIDAD

"El modelo de relación tradicional entre hombres y mujeres está en crisis. Las mujeres han evolucionado socialmente hacia roles que van más allá del papel de esposa y madre, y buscan varones capaces de acompañarlas en este camino. Aceptar los nuevos roles femeninos y buscar una relación más igualitaria y respetuosa resultará beneficioso para todos."

¿Por qué en estos tiempos difíciles, cuando más se necesitaría contar con el apoyo de una pareja, nos encontramos con tantas personas solas? Conozco hombres que, pese a no querer estar solos,  no encuentran mujeres que quieran sostenerlos. Y al revés, mujeres que no hallan al compañero que necesitarían. Se hace evidente,  entonces,  un cambio en nuestra manera de vivir nuestras identidades que tiene sus efectos en la vida cotidiana.

Años atrás, las mujeres, las tradicionales, estaban muy convencidas de que su realización personal pasaba por casarse, tener hijos y cuidar de la familia. Las mujeres actuales, a las que llamamos "transicionales", son más exigentes a la hora de formar una pareja y no están dispuestas a negociar  a la baja. Mi experiencia profesional me ha permitido recoger información acerca de sus deseos. Una gran mayoría están separadas, después de un matrimonio largo, y no desean casarse de nuevo, porque no quieren volver a tener una relación desigual, en la que ellas solo han sido cuidadoras y no han sido sostenidas.

La carga atávica que soportan las mujeres las condiciona a aceptar modelos de sumisión, y muchas no han sabido poner límites a estas exigencias. No han sabido reservarse un sitio para los deseos personales y se han sentido muy solas. Muchas de ellas tienen hoy un proyecto de vida que incluye sus intereses personales y no están dispuestas a renunciar a él por una pareja. Pero esto no deja de ser doloroso, porque sienten el anhelo de un hombre que las acompañe, pero como compañero, no como un niño grande al que hay que cuidar. Sin embargo, no lo tiene fácil, pues desde diferentes estamentos sociales se dirigen mensajes a las mujeres en la dirección contraria. Esto no sería así si los hombres hubiesen evolucionado a la par que lo han hecho las mujeres.

Muchos se muestran desconcertados ante ese desajuste y sus reacciones varían entre la agresividad de los más conservadores y la inseguridad que manifiestan los más liberales.

El hombre necesita comprender que su crecimiento y madurez emocional exigen abandonar ciertos privilegios para acceder a mayores grados de libertad. ¿Qué ganaría un hombre si perdiera sus privilegios? No se sentiría obligado a ser proveedor exclusivo, no sería víctima de ese plus de virilidad exigido; podría expresar sus sentimientos y disfrutar de la ternura; no tendría que asumir conductas de riesgo frente a situaciones de impotencia que tolera mal... Sin embargo, en las relaciones, las distintas experiencias frustrantes o la dificultad que muchas veces se vuelva a lo semejante por cansancio o desesperanza.

En tiempos difíciles, hay una tendencia a refugiarse en lo conocido, lo familiar, lo que no nos resulta extraño. Una mujer joven me relataba que ya no está enamorada de su marido, que ha llegado a agotarse a fuerza de reclamarle atención y diálogo para solucionar sus problemas, que cuando lograba que hablaran, no cambiaba de actitud. El asunto se agravó con la llegada de un hijo, que supuso un trabajo demasiado grande que recayó casi exclusivamente en ella. Sin embargo, ella no supo poner limites ni crearse un espacio propio, incluso para poder estar mejor con su hijo. El marido podía pagar para que alguien aliviará las tareas domésticas de su mujer, pero ella tenía dificultades para pedirlo y permitírselo a si misma, a pesar de estar estudiando una carrera. La sujeción a ciertos estereotipos  de rol, es decir, a lo semejante para reconocerse como parte de un grupo genérico, estaba complicando extraordinariamente las cosas. Él no podía entender una cierta ética de la corresponsabilidad familiar, lo que le imposibilitaba colaborar en asuntos domésticos. Ella no podía permitirse un espacio propio, condicionada por su ideal de maternidad que exigía una entrega incondicional.. Debían superar esa adhesión a lo semejante para poder aceptar la diferencia individual y hacer más sana la relación. Esta es la queja femenina por excelencia: no sentirse tratada como sujeto que desea y necesita algo propio.

El psicoanalista Oscar Strada escribió un artículo: "Furor y odio masculino", llamando a los hombres a tratar a sus mujeres desde la paridad. A aquellos que no pueden aceptar los cambios de referentes simbólicos donde sostener su identidad masculina, alertaba, solo les quedará el recurso del suicidio o del asesinato. Esto que parece una profecía, lo vemos en los casos de violencia doméstica que acaban con el asesinato de mujeres por parte del marido abandonado. Si queremos una sociedad más sana, tendremos que concienciarnos de las ventajas de la paridad y de lo insoluble que resulta lo contrario.

Superar la adhesión a lo semejante y aceptar la diferencia individual nos ayudará a tener una relación sana.

En esta vida todo tiene un "precio". Por eso es preciso estar advertidos contra las entregas aparentemente incondicionales, porque a la larga esas relaciones pasan factura, sea con determinados síntomas, con cansancio, enfermedades, un malestar que hacemos pagar al otro, dependencias alienantes a las que sometemos y nos sometemos y que merman nuestra capacidad de autonomía y la de los demás... El vínculo que une a un hombre con una mujer nunca debería ser lo que afirman unos versos de Jorge Luis Borges, que dicen:

"No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto"

Claudia Truzzoli
Psicologa y Psicoanalista

Mente Sana

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