martes, 24 de abril de 2012

ACEPTAR EL DEVENIR

La madre de Jack estaba en su lecho de muerte. El médico fue a visitarla y se marchó, diciendo que no había nada que hacer. Mientras su madre se debatía entre la vida y la muerte, Jack bajó a la playa cercana a aliviar su tristeza.

Jack vio cómo una silueta, alta y delgada, se acercaba caminando por la playa. Vestía una capa negra y tenía el rostro oculto bajo una capucha. Al llegar a su lado, le preguntó en voz alta y aguda:

- ¿Sabe dónde está la granja Beanstalk, joven?

La gran Beanstalk era donde vivía Jack, que adivinó que esa figura sin rostro era la muerte que venía en busca de su madre.

- ¿Quién quiere saberlo? - Preguntó Jack para hacer tiempo.

- La muerte - respondío está, altiva.

- ¡Bah! - dijo Jack - ¡Buen chiste! ¿De verdad quiere que me lo crea? Es más probabe que sea un vendedor de enciclopedias - replicó impaciente la muerte.- Soy la muerte y tengo mucho trabajo que hacer ¿serías tan amable de indicarme d´nde está la granja Beanstalk para que pueda seguir mi camino?

- Sigo sin creerle - dijo Jack.- Si quiere que le ayude, tendrá que demostrarme que es realmente la muerte.

La muerte respiró profundamente y, con exagerada cortesía, añadió:

- De acuerdo jovencito. ¿Qué quieres que haga para probarlo?

- Bueno - respondió Jack -, si de verdad fuese la muerte, podría cubrir el cielo entero.

- Eso es fácil - dijo la muerte, y creció y creció hasta llenar el cielo entero, oscureciéndolo todo como si fuera de noche.

- ¿Has visto? - dijo orgullosa mientras volvía a su forma natural.

- ¿Dónde? - Respondió Jack.- Oscureció y no pude ver nada. No, eso no me vale, tendrá que hacer otra cosa. ¡Oh, ya sé! ¡Esto seguro que sirve de prueba!

Jack sacó una botellita del bolsillo, desenroscó la tapa y dijó:

- Si de verdad es la muerte, podrá meterse en esta botella, porque la muerte puede entrar en cualquier sitio.

- Fácil - dijo la muerte, y se encogió hasta que pudo introducirse en la botella. Una vez dentro, Jack puso rápidamente la tapa, la enroscó y la cerró con fuerza. Ahora tenía atrapada a la muerte y, silbando una alegre canción, regresó a su casa.

Cuando llegó allí, se encontró a su madre bailando en la cocina.

- Oh, Jack - dijo ella -, ¡me siento muchísimo mejor! ¿Sabes qué? Vete al carnicero a comprar panceta para el desayuno. Tengo mucha hambre.

Y Jack fue a la carniceria.

- Buenos días - dijo Jack - ¿Me pone un poco de panceta, por favor?

- Jack - resopló el carnicero -, me encantaría venderte panceta, pero hay un pequeño problema. Llevo toda la mañana intentando matar al cerdo, pero haga lo que haga, no hay manera de que se muera.

- Bueno, no importa - dijo Jack -, póngame entonces un pollo.

- Me pasa lo mismo con los pollos - dijo el carnicero -. Tampoco consigo matarlos.

Jack regresó a casa desconcertado.

- Hoy es un día raro - le dijo a su madre.- El carnicero no puede vender nada.

- ¡Qué extraño! - comento ella.- Bueno, no te preocupes, ve al huerto y cógeme unas verduras. Haré una sopa muy rica.

Jack salió a la huerta y tiró de una zanahoria, pero en cuanto salió de la tierra hasta la mitad, una fuerza misteriosa tiró de ella de nuevo hacia dentro. Así se dio cuenta de que hiciera lo que hiciera, no conseguiría recoger una patata, romper una hoja de repollo, coger un tomate ni una judía.

- Qué cosa más rara - dijo su madre- Bueno, no te preocupes, ya comeremos algo después.

Los días pasaban y nada moría. Jack, su madre y todos los demás tenían cada vez más hambre. Y no solo eso sino que cada vez había más moscas, más pulgas y más mosquitos.

Por fin, su madre suspiró.

- Jack, no podemos seguir así. No sé exactamente qué ocurre, pero no me extrañaría que tú tuvieses algo que ver...

Jack sacó la botella del bolsillo.

Me encontré a la muerte, que venía a por tí, y la atrapé en esta botella.

- Jack - dijo su madre, rodeándolo con el brazo-, eres un buen chico, pero va a tener que liberarla.

- Si, lo se, mamá - reconoció Jack en voz baja.

Besó a su madre y, muy triste, bajó a la playa. Durante un rato, caminó por la arena tratando de reunir el valor necesario para hacer lo que tenía que hacer. Por fin, sacó la botella, desenroscó la tapa y la muerte salió de un salto. Al hablar, la voz de la muerte sonó suave y amable:

- Quizá ahora entiendas, Jack, que no soy enemiga de la vida sino su amiga, pues sin mí no existiría. La vida y yo somos dos caras de la misma cosa, y no podemos existir la una sin la otra.

- Si - asintió Jack -, ahora lo entiendo. La granja Beanstalk se encuentra justo detrás de esa duna de arena.

La muerte desapareció tras las dunas y Jack pasó mucho rato sentado en la playa, mirando las olas. Luego volvió caminando a casa, donde encontró a su madre sentada en su mecedora favorita, con una sonrisa de serenidad en la cara, muerta.

"Aprender a aceptar nuestra propia mortalidad es una de las grandes tareas que los humanos tenemos pendiente. En este sencillo cuento se esconde una gran verdad, y es que la muerte no se opone a la vida sino que es su aliada, pues sin ella la vida no existiría."

Beatriz Vera

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